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Día 62, 63 y 64: Mi llegada al DF
martes 15 febrero 2011, por Ingrid Briggiler:
El día 61 de mi viaje (el viernes 11 de febrero) todavía seguía con miedo. La noche anterior había dormido en un hotel bellísimo llamado Seminole, donde me trataron muy bien y me mimaron invitándome a comer una mariscada con las gerentes del lugar y todo. Incluso conocí a una chica que se llamaba Indira y yo pensé que estaba en el lugar correcto porque que tenga ese nombre (el mismo que mi hermana) ya me emocionaba.
La primer noche no pude dormir muy bien, pero porque estaba muy cansada. Cuando me desperté hablé con Fernando Jaramillo y él me convenció de seguir mi viaje hacia México así que organicé todas mis cosas para seguir adelante. La noche del viernes la pasé en un hotel familiar alejado de donde yo estaba, Casa Vanegas, donde al día siguiente llegarían mis amigos franceses Pierre y Laure con sus padres.
Me quedé ahí tranquila todo el día y dormí muy bien en una habitación muy cómoda. Al día siguiente (sábado, día 62 de mi viaje) llegaron mis amigos y nos quedamos todos juntos y contentos. Les enseñé un poco de macramé, salimos a comer y sus padres hasta me compraron unos collares y otras cositas, así que eso también me levantó el ánimo.
El domingo (día 63) salía mi vuelo para México. Victor Esparza sin conocerme personalmente me sacó el pasaje sin dudarlo y sin preguntarme cuándo ni cómo le devolvería el dinero. Este acto de generosidad no se ve todos los días y yo ahora no sé cómo más agradecerle a mi querido amigo por semejante acción.
Llegué al DF a las 12 de la noche del domingo. Cuando le digo al que controlaba los pasaportes que voy a la casa de unos amigos que conocí por Internet me separa del resto de los pasajeron y me dice espéreme un momentito ahí. Yo dije, bueno, estoy maldita, pero aguanté. Cuando termina con todos me dice vamos para allá que le van a hacer unas preguntas, ahí no más me largué a llorar.
«‘¿Qué le pasa? ¿Llora porque tiene problemas en su país?» Y ahí llorando un poco más todavía le dije «¡Nooooo!». La cuestión es que yo quería teletransportarme a la Argentina y llegar y estar tranquila, pero al final no fue nada tan grave.
Una señorita me hizo unas preguntas sobre qué hacía, quiénes eran las personas que me iban a recibir y por qué viajaba y me dejó seguir adelante. No le dije que viajaba para conocerlo a García Márquez porque sino me iba a mandar directo al psiquiátrico.
Cuando se abre la puerta que separa la parte de pasajeros veo a mis amigas Perla y Ximena esperándome y rompo en llanto. Los abrazos me hicieron muy bien y ellas me dieron todo su amor en unos segundos mientras yo lloraban y les contaba sobre el interrogatorio. En seguida también conocí a don Saul y su mujer doña Jose que también me abrazaron como a una hija. Yo seguía llorando, jajaja, estaba sensible.
Perla y Ximena me regalaron un kit de supervivencia y con eso me alegraron mucho más. Fueron desde muy lejos al aeropuerto solo para recibirme y estar conmigo por unos minutos. Eso también es muy noble de su parte.
No puedo dimensionar la bondad de estar personas que me recibieron en su país y en su casa como si fuera parte de la familia y como si me conocieran de toda la vida. Tanto amor desinteresado me emociona ahora que lo cuento.
Y de ahí en adelante todo fue tranquilidad y bienestar. Llegué a la casa, don Saul y doña Jose me dieron su cuarto para descanse mejor, intente disuadirlos, pero no hubo caso y me dejaron durmiendo en su cuarto con todas las comodidades.
Al otro día (64), ya más tranquila me la pase con Jose y su ñietito Sami paseando de aquí para allá por la zona donde ellos viven.
Hoy voy a salir a recorrer el centro de la ciudad y otras cosas. Ya les contaré. ¡Un saludo grande!